Transitando una época diferente, donde el conocimiento evoluciona día a día, el principal capital que puede poseerse, tanto a nivel individual como grupal, trátese de una empresa, una organización pública o civil, radica en la posibilidad de adquirir, complementar e innovar sobre la base de conocimientos cambiantes. En un momento donde también comienza a escasear el trabajo de “cualquier cosa” en el mundo, solamente los individuos capaces de adquirir y potenciar conocimientos, y evolucionar en función de sus propios talentos, tienen asegurado un puesto en el mundo laboral.
Por otra parte, considerando que las pequeñas y medianas empresas constituyen el mayor porcentaje del universo laboral, y que precisamente su supervivencia y crecimiento se basa en el desarrollo de innovaciones que en estos casos nacen de las limitaciones que tienen para acceder a disponer de conocimientos “ patentados”, y que por otra parte, el principal capital que poseen es un capital “intangible” representado por la calidad de su fuerza laboral, existe una conjunción que hace que el talento se constituya en el elemento hoy más valioso y requerido por las empresas en general que deben no solo encontrarlo, sino conservarlo y desarrollarlo cuando se descubre ese potencial entre su fuerza laboral.